• Colombia
  • Última actualización 2024-04-29 15:33:31
  • Juan Harvey Caicedo fue un declamador de poemas llaneros

    El Caporal y El Espanto

    Juan Harvey Caicedo


    Y fue una noche sin  luna
    inviernos del mes de mayo
    corría una brisa de espanto
    de esas que hielan al llano 
    se escuchaba en sus murmullos
    quejidos y un llanto largo
    que venía trayendo en sus manos
    el ánima de un condenado
    era el tenebroso rayó su compañero y aliado 
    hasta los toros pitaban de terror
    y acobardados; el atajo se perdía en el monte
    más cercano 
    y el caimán negro del lipa se refugiaba en un charco
    
    Camara. . , usté es bien macho?
    yo lo sé y no lo he dudao
    porque los hombres son hombres
    la historia lo ha demostrao
    se enfrentan al mundo cruel
    ose matan a balazos
    pero peliá con los muertos?
    sólo se ha visto en mi llano.
    
    El cuento que les relato
    ya muchos lo han éscuchao
    y veneran al llanero 
    que desafió al condenao
    en una noche sin luna
    con aguaceros de mayo
    sin más armas que el valor
    y el honor de ser cristiano
    
    llaneros de los contornos
    poco llegaban al hato 
    donde habitaba la leyenda
    del caporal y el espanto.
    Aunque muchos se quedaron
    para probar lo contado
    ninguno aguanto la noche
    y montaban sus caballos
    
    Dicen los que vivieron
    en aquellos tiempos pasados
    que en épocas de trabajo
    se espantaban los rebaños
    y aparecía en la llanura
    un hombre negro y bien alto
    soltando una risotada
    que acobardaba al más guapo
    
    Me cuenta don Marcelino
    que una noche de verano
    se paseaba en la sabana
    y oyó que estaban cantando
    y al llegar a un morichal
    vio al espanto galopando
    que vomitaba candela 
    se alejaba por el llano
    
    El catire José Amalio  
    su paciencia ibaagotando
    hombre de recio valor
    nunca lo habían asustado
    no le paraban los peones
    aunque fueran bien pagados
    y ninguno se atrevía
    a sabanear los atajos.
    
    Maldito sea ese piazo e'muerto
    al que llaman condenao
    me voy a buscarlo solo
    le voy a pega un balazo
    ese jodio ta creyendo
    que he sido gallo espueliao
    pero conmigo se juñe 
    le voy a mandá al carajo.
    
    Y bien resuelto iba
    el hombre en su caballo castaño
    llevaba en su cartuchera
    la cruz señal del cristiano
    en la copa e'su sombrero
    la virgen patrona del llano
    y en sus labios de coplero
    a florentino y el diablo
    'Espanto de la llanura
    que acobardas al más guapo
    
    Esas fueron las palabras
    al llegar a aquel quemado
    vengo a buscarte pelea
    como quieras condenao
    soy tigre que en la sabana
    nunca lo han acorralao.
    
    Serían en punto de las doce
    el llano estaba asustao
    el cielo con su negrura
    se mostraba encapotao
    y el relincho de una bestia
    anunció al recién llegado
    mientras que una risotada
    rompía el silencio del llano
    el cielo se estremeció
    un trueno llenó el espacio
    y una tempestad furiosa 
    con relámpagos y rayos
    vomitó fuego candente
    cobijando al condenao
    porque allá en la oscura noche
    un hombre lo ha desafiado.
    
    Que es lo que quieres de mí?
    le preguntó aquel espanto
    si quieres peliar conmigo
    alístate José Amalio .
    porque voy a demostrarte
    que para mí no hay humano
    que se atreva a desafiarme
    en este tu inmenso llano.
    
    Acomódese cuñao 
    Le respondió José Amalio
    a mi no me asustan sombras
    ni con luces me acobardo
    yo soy como Florentino
    que le dio paliza al diablo
    traigo a la Virgen del Carmen
    prendida al escapulario.
    
    Se escucharon unos tiros
    se oyeron cuatro balazos
    cuátro cruces que apagaron
    el fuego del condenado
    y dos jinetes con furia
    que entre sí se abalanzaron
    defendiendo los derechos
    de comandar en el llano
    
    Se acabó la tempestad
    hubo un silencio sagrado
    comenzó la madrugada
    se oyó el cantar de los gallos
    y una brisa disolvía
    olor a azufre quemado
    mientras que allá sin sentido
    se encontraba José Amalio
    el llano lo despertó
    con un concierto embrujado
    y el rocío de la mañana
    sus labios acariciaba. 
    
    Ya no volverá jamás
    el alma del condenado
    la valentía de un llanero
    al mal había derrotado.


El Ánima de Santa Helena
Juan Harvey Caicedo

Lucerito de mi Llano
Eneas Perdomo

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